El editor y periodista peruano Joseph Zárate habló con SinEmbargo sobre su más reciente trabajo, una crónica en la que repasa su experiencia durante el primer año de la pandemia, en el que recorrió cementerios, crematorios y agencias funerarias, junto a los trabajadores que se encargaron de recoger a las personas a quienes la COVID les arrebató la vida.
Ciudad de México, 3 de septiembre (SinEmbargo).– En 2020, cuando el Perú alcanzaba la mayor tasa de mortalidad por la COVID-19 en el mundo, Joseph Zárate acompañó a un grupo de hombres y mujeres encargados de realizar el difícil trabajo funerario para las víctimas de la pandemia, de esa experiencia nació Algo nuestro sobre la tierra (Literatura Random House).
“Yo estaba trabajando en una redacción que se llama IDL-Reporteros y estábamos investigando lo relacionado al subregistro de fallecidos por COVID-19. En ese trabajo de campo, visitando cementerios, crematorios, agencias funerarias, nos dimos cuenta que ese subregistro era real, que mientras el Gobierno daba una cifra, en esas instituciones, sumadas todas da una cifra tres, cuatro veces mayor, que es un trabajo que después se hizo en otros países, como México también en su momento”, comentó el autor en entrevista.
Joseph Zárate, editor y periodista, expuso en cada una de las páginas de esta crónica sobre los estragos de la COVID en Perú su experiencia en las casas, calles, hospitales, agencias funerarias, crematorios que recorrió. Para ello recurrió a un mosaico de voces y testimonios, muchos de ellos de migrantes venezolanos que en Perú se dedicaron a recoger a los muertos que dejó la pandemia en su primer año.
En la plática con SinEmbargo, expuso que se enfocó en el trabajo que realizaron los obreros de un crematorio llamado Piedrangel, el más importante en Perú, que incineró a más de 18 mil personas, “estamos hablando del 10 por ciento de los muertos por COVID-19”, durante el primer año de la pandemia. Una labor que le permitió tirar por la borda la idea de que se trataba de una enfermedad que afectaba a todos por igual.
“Lo que yo hice fue acompañar y trabajar junto con estos obreros, es decir, me puse el traje, la mascarilla, las botas, y fui a trabajar durante algunos meses con ellos, recorriendo las casas, los hospitales, las clínicas, las calles, recogiendo los muertos, un trabajo, muy fuerte, muy inquietante, perturbador, sobre todo porque nos damos cuenta rápidamente de cómo esta idea de que la pandemia era democratizadora, el virus era democrático, en realidad es una falacia, no es verdad, los muertos que engrosaban las listas de los mortuorios eran los nombres de personas pobres, personas empobrecidas que no tenían recursos para comprar un galón de oxígeno, para poder atenderse oportunamente”, compartió Zárate.
Para él, que la mayoría de los obreros —como las llama— hayan sido venezolanos fue consecuencia de la migración más importante que ha vivido el continente americano que originó la crisis económica y política en ese país:
“Ellos vivían muy bien, probablemente ganaban más que tú y yo juntos, se iban de vacaciones al caribe, tenían casa, carro y de más, pero la crisis los empobreció terriblemente, ellos tuvieron que migrar a países como el mío, a trabajar de lo que sea, de meseros, de cobradores de combi, y cuando la pandemia llega, cierra todo, los comercios se cierran, el restaurante cierra, te quedas sin trabajo, y el único trabajo que había tal vez, uno de los pocos trabajos que había era recoger a los muertos, y los peruanos no querían hacer esa chamba, y la necesidad llama, tuvieron que entrar a trabajar, ahí con sueldos bajos, arriesgar su vida”.
Joseph Zárate ahondó que estos trabajadores venezolanos tuvieron que realizar estas labores más por necesidad que por una cuestión de heroísmo, “pero igual es un trabajo encomiable, en algún momento cuando hablaba con ellos, sentían que lo que hacían durante esos meses era importante, más allá de lo remunerativo, y me parecía que el libro, todo ese material, las entrevistas, las historias que ellos me habían contado, debían ser contadas”.
Cuestionado sobre el cambio que ha traído la COVID en el concepto que tenemos de la muerte, indicó que hay una nueva relación con el acto final de la vida: «La gente en general trata de no pensar en eso, es incómodo más bien, estar hablando de eso. Nosotros que vivimos en las ciudades tenemos una relación un poco complicada, no queremos morir, obviamente, y no queremos pensar también en ese momento, entonces lo que ha hecho la pandemia es enrostrarla y creo que también nos trae una conciencia de lo que estamos haciendo con nuestra vida”.
Señaló que la gente sale ahora a la calle con una pulsión “de vivir más grande”, algo que consideró positivo, “pero al mismo tiempo creo que está bueno también no perder el sentido de la responsabilidad, y de pensar en qué cosas hicimos mal como ciudadano, como sociedad, para poder corregir y prepararnos para la siguiente pandemia, porque esta no no va ser la primera, ni fue la primera, eso me parece que es importante, no perder ese sentido de responsabilidad”.
—¿De qué manera ha cambiado la pandemia nuestro entendimiento del día a día, de qué manera lo ha reconfigurado?
—Te puedo hablar de mí, de mi día a día, por ejemplo, después de todo lo que he visto, de haber escrito el libro, después de haberme enfermado dos veces de COVID, claro, yo escribí el libro, un año después de que empecé a trabajar en lo de la pandemia, y en 2021 me dio el COVID, y ese hecho fue el detonante que hiciera que yo escribiera el libro, quería de algún modo dejar testimonio, de todo lo que había visto, lo que había recopilado, había investigado, y sí, lo que hizo en mí fue incrementar ese pulso de vida.
Yo soy una persona antisocial, que no salía mucho, yo ya estaba medio en cuarentena en mi casa, porque no salgo tanto, pero ahora valoro mucho más el cariño de mis amigos, su compañía, cuidar mi salud mental, creo que eso sobre todo, creo que hay una conciencia mucho mayor del cuidado de la salud mental, buscar ayuda cuando es necesario, no aislarse, yo creo que es eso, en mi caso fue así, ahora llamo a mis padres más que antes, antes los llamaba… no sé… una vez al mes, creo, pero ahora estoy más pendiente, es como un recableo de mi conexión con la vida, y yo creo que a mucha gente del continente y del mundo les ha ocurrido lo mismo.